Artemio Julca
(Huancayo, 1977)
109 Cuatro segundos
110 Balada a una mujer solitaria
111 Noche geomética
112 Las horas
113 Noche humana
ARTEMIO JULCA
En almandino 2021
En “cuatro segundos” los versos suenan como música colgada en el ocaso y tiñen de nostalgia a los vientos, se abre la serranía con su particular frío que se aleja, esos cuatro segundos se eternizan: «Y si la tristeza fuera una caricia / las tardes no tendrían frío en las manos / sólo tendrías cuatro segundos para ser feliz».
El yo poético está pendiente de la fugacidad del tiempo que lo rodea, toma un impulso para colgarse de sus rastros. El existencialismo se asoma, crea un camino y decide aprovechar el momento, allí renace una vez más el término de Horacio “carpe diem” pero esta vez el hombre se muestra desligado de su naturaleza adopta otra alternativa para lograr su “felicidad”, aquella felicidad es un estado de innatismo, de ferocidad en su naturaleza pura que recuerda su otra vida en plenitud: «no esperes ser piedra / o animal en el desierto / para ser feliz.»
Para alcanzar la libertad es necesario conocer el dolor, una lucha de contrarios que coexisten, se manifiesta en el fondo como una ley natural: «y sí la tristeza tuviera alas / las tardes no tendrían dolor en los pies»
En “Balada a una mujer solitaria” la melancolía comienza a poblar cuando se dirige a aquella mujer que se refugia en la soledad, pero esa soledad la consume lentamente, la mantiene escondida, fuera de los ojos de la luz. El yo poético se manifiesta piadoso, se contagia de aquella tristeza y deja un rastro de esperanza, una escena de reflexión, una salida al final de la cueva: «busca las raíces de tu soledad en el silencio perpetuo / no te deprimas / asómate por la ventana / no es tarde para sonreír»
En “Noche geométrica” el yo poético se queda prendido de su infancia como aquella parte que impulsa su cotidianidad, el silencio se hace eco, dibuja la distancia después de la lluvia y los colores grises se asoman: «tengo ocho años y una tristeza atada en mi cintura / no eres sombra ardiendo en la punta de mis dedos / eres silencio abierto por el fuego de la lluvia»
Los recuerdos de aquella infancia, frente a la vida de ciudad marcan un abismo profundo, la Noche geométrica simboliza a la ciudad, sus calles rectas dibujan la decadencia, la muerte lo envuelve en sus colores. La infancia sigue siendo un refugio, un lugar donde uno siempre puede volver.
«no temas aquí están mis manos
para atravesar la ciudad
la noche geométrica del rencor
donde la rosa tiene la mirada clavada en el madero
en el más frío rincón de los sueños»
En “Las horas” el dolor y la tristeza se entremezclan ante la mirada del tiempo que mece al hombre a su antojo, pareciera que la tristeza en el hombre andino naciera con él, un legado de Vallejo quizás incrustado en todas las generaciones.
«En esta pena ácida de limitadas paredes
siento el dolor de las horas
la pisada irónica de la belleza
sobre mi viejo corazón de fruto
que agitan los sueños»
La presencia de la muerte genera un lazo en la memoria, desmiente sutilmente la brecha que nos separa de la existencia: «llámame sorprendido, como una vela en tu velorio»
En “Noche humana” el yo poético se exalta heroico, decide despojarse de sus recuerdos, el dolor sigue latente, lo utiliza como un recurso para reinventarse y sale a flote en ser que se reafirma en un animal dispuesto a darle batalla a cualquier enemigo.
«Voy a incendiar a mis recuerdos
con la violencia de mis manos
espero que ladren antes de que el viento los arrastre hacia
los confines del dolor
hoy quiero ser ese animal»
Es consciente de los colores oscuros que había tomado como escudo, se quita las plumas como aquella águila que busca la libertad, para que se dé su transformación tiene que destruir aquello que no le a permitido tomar un vuelo.
«hace mucho tiempo que sea desconocido mi sonrisa del
fulgurante sol de los sueños
y en secreto mi soledad va formando ríos caudalosos
inundando mi paciencia
mis venas de animal sacrificado antes de la medianoche»