El Oropel es un poemario que originalmente apareció en septiembre del 2020, año en que la humanidad sucumbió en el encierro masivo. “El Oropel” está dividido en siete capítulos, cada uno de los cuales este peculiar árbol le impregna su sello, los temas son variados. El poemario es una especie de autobiografía, donde podemos encontrar pasaje de los recuerdos de la madre, la experiencia de docencia en zonas rurales, el amor idílico, los sueños, las desilusiones, el abandono y finalmente una meta narrativa donde el poeta habla del verso dentro del verso.
Por mis intereses académicos y etnográficos me centraré en un tema que compartimos los antropólogos y los maestros rurales, el de adentrarnos a espacios culturalmente desconocidos donde vamos aprendiendo de estos “otros” con la convivencia.
“Oropelizando al maestro”
En este capítulo, el yo poético es un viajero, un aventurero, pero sobre todo un maestro con vocación. El maestro rural, representa una figura civilizadora, cuando al mismo tiempo encarna la figura de un tipo de héroe cultural. Sabemos que la escuela es una institución social cultural que tiene como función la formación en valores pero; sobre todo, tiene la función de dotar a los estudiantes de un nuevo corpus cultural; en este sentido el docente se convierte en un personaje «culturalizador», que cumplirá la función de infundir a sus estudiantes, según las Propuesta de E. Morin, de un pensamiento creativo, un pensamiento crítico, un pensamiento ampliado y un pensamiento complejo.
En “Al maestro rural”, en un lenguaje de rima el poeta del oropel, propone que el profesor es un tipo de luz:
“Maestro, lector y moderador sempiterno;
hasta perder tus últimos cabellos de plata
Sembrador de aurora, en el cerebro tierno
aromando saber, tu limpia voz se desata.
Maestro, luz de las almas ciegas del infierno,
desde el más ignoto lugar tu labor paterno…”
El maestro es representado como una luminaria que combate la oscuridad del conocimiento o la oscuridad del conocimiento; del mismo modo en cómo Jesús de Nazaret se a sus discípulos: “Nadie enciende una luz para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la luz.” Pues la luz de una lámpara no tiene la tarea de iluminarse sí misma sino a todo cuanto le rodea. El yo poético le dice al maestro “con la luz que llevas a la senda del averno”, o “maestro, luz y arquitecto del mundo moderno”.
En mi experiencia etnográfica, y además teniendo familiares, amigos y conocidos que laboran o laboraron como docentes en zonas rurales, entendí que la decisión de trabajar como docente rural, definitivamente no es simple, ya que esto implica salir de la zona de confort, adentrarse a un espacio culturalmente diferente, y en él, el primer choque cultural e inevitable es el idioma y la comida. Muchos de estos docentes se aventuran a los espacios rurales, teniendo la plena conciencia de que van a alumbrar en un espacio hostil. Aquí, Ángel Nuñez, nos propone que esta decisión, pasa por un tema de vocación:
“Maestro, si eres de vocación,
no mides tu horario ni salario
ni la distancia que te aleja,
a cambio de un callado de cobre
como el metal de un pobre
que apenas medio mes te dura
luego sigue la negra cuchara
en el bolsillo del misionero”
Por otro lado, en la convivencia hay lazos inevitables que un maestro rural construye en la comunidad donde desparrama su luz, generalmente son la amistad y el compadrazgo con los padres de familia y los mismos estudiantes; el maestro rural, además es un nómade que constantemente está cambiando de espacios y lugares. Ante esto, en el poema “Maestro caminante” el yo poético ilustra escenas de separación entre el maestro y el discípulo:
“Maestro, tu labor en un lugar no dura
te vas volando dejando llantos
como el ave que deja su nido
bajo los ojos del invierno.
Maestro, pañuelo blanco de adiós,
negras golondrinas de Bequer,
en cada lugar que pisas
dejas recuerdos de amor”
Salir de la zona del confort, implica padecer de vacíos, incertidumbres y hostilidades, el maestro logra forjar para sí mismo no solo nuevos conocimientos, sino logra afinar su propia cosmovisión y convicciones, en el poema “Maestro rural” el maestro deja de alumbrar la ignorancia y se adentra a su mundo interior:
“Oh, maestro rural
color y olor de campesino
allí aprendiste a rezar
por temor a las oscuras noches
al abrazar las montañas
en nombre de tus abuelos”Oh, maestro rural,
allá te hiciste hombre
allá en el averno
hoy ya no eres dios […]Oh, Maestro rural, cómo padeces
sobre tus pies
el trajín de la lejanía
la soledad, la fatiga
te enseñaron a besar los labios de la coca
libar un trago amargo
elevar con fe el humo del cigarrillo
en nombre de tus abuelos…”
En este padecimiento, en este encontrarse así mismo, cierro con un extracto parafraseado de Machado y que cala perfectamente aquí: “caminante no hay camino, camino se hace al tropezar”