Gino Hernan Damas Espinoza
(Pucará-Huancayo, 1968)
93 Los caminos de la grieta
94 Nos estamos quedando solos
95 Cantos de lluvia en flor
97 Llanto bajo el agua
Docente, investigador, escritor y poeta. Es magíster en la mención de Literatura peruana y latinoamericana por Universidad Nacional Hermilio Valdizan. Ejerce la docencia en la Carrera Profesional de Lengua y Literatura en la misma universidad, desde abril del 2000. Su trabajo literario ha sido incluido diversos espacios, entre ellos: “La antología de la literatura de Junín” de Isabel Córdova (2000), “Poesía fin de siglo en Huancayo”, antología de la Revista Cascadas, “Antología Poética Huánuco y su poesía” de Andrés Jara Maylle (2005) y la “Antología Literatura de Junín Siglo XX” de Apolinario Mayta Inga (2007). Cuenta con numerosos trabajos de investigación con énfasis en la literatura andina. En el género de la poesía ha publicado el poemario: “Llanto bajo el agua” (1992), y ha escrito tres poemarios aun inéditos: “De amor y agua”, “Ernesto en cien batallas” y “Cantos de lluvia en flor”
Gino Damas Espinoza en Almandino
En “Los caminos de la grieta” el yo poético se siente lejano y diminuto ante la actitud fría de la naturaleza, la idea de hogar se diluye en el existencialismo, nos habla desde la profundidad de esas “grietas”, el desconocimiento del mundo el hombre oculta y el asombro se va asomando con todas sus ganas. La frase de Sócrates una vez más se deja escuchar «Solo sé que no sé nada»
Nunca entenderé al mundo
con sus climas,
sus espesas montañas,
sus ríos trágicos,
sus amenazantes nubes,
su verdor selvático.
La crueldad de la naturaleza se amortigua cuando Gino Damas hace uso de un recurso literario, el oxímoron, donde nos permite descubrir la convivencia de la crueldad con su antagónico.
cómo puede ser tan cruel
el mundo con sus maldades cariñosas.
Cuando la naturaleza se descubre encontramos a la fugacidad del hombre, lo efímero que suenan sus pasos por estas tierras, lo distante que se siente ante todo lo que existe.
Cómo entender todo eso
si apenas llego,
si apenas me entero.
Finalmente, el ser se siente parte de esa naturaleza caótica, se reconoce en la jungla, vive en la memoria de aquella selva.
que soy jungla,
que mi propia cabeza
es la vanidad poblada de matorrales,
que mi olvido ficticio no es, sino
la auténtica piedad de tu cariño.
En “nos estamos quedando solos” los versos fluyen desde las primeras imágenes, su cadencia y la musicalidad se tejen como una despedida a los hombres que trabajaron la tierra, a esa generación que convivió con los cerros, las tapias y sus chacras.
Los últimos ancianos nos están dejando.
Nos estamos quedando solos.
!Solitos nos estamos quedando!
En Analakunpata ya nadie vive.
El hecho de quedarse solo implica que todas las tradiciones y costumbres se van, hace eco a una desterritorialización, un duelo de quienes se van a poblar a las ciudades y tienen que abandonar el lugar que los vio nacer, una condena que el yo poético enfrenta con una profunda añoranza el abandono de su terruño.
Todo se va desgastando, desmoronando, terminando
hasta quedar solo piedra, tierra seca o cascajo
donde la flor muere antes de nacer.
La muerte de la tierra es la muerte de la vida rústica del hombre andino. Cuando los cambios que enfrenta el hombre son graduales, este apenas nota el transcurso del tiempo, pero cuando ese cambio es drástico, el dolor humano crece en su mirada, crece como esa ciudad que habitamos.
Se despeñan los cerros, blanquean nuestros cabellos,
caen muertos los gavilanes, las palomas,
las pichiwchankas de la Flor Pucarina,
sus chiwakitos y los akaklluy, también.
y el suelo se llena de todo cuanto ha caído.
El sentimiento de pérdida se deja ver en todas las estrofas, el sentido de pertenecía se diluye lentamente, el hombre queda huérfano y se inserta en su soledad.
Sí. Nos estamos quedando inconsolablemente solos,
¡Wakchas!…
En “cantos de lluvia en flor” el sentimiento idílico se muestra presente con un tono melancólico, un sentimiento que se gesta en la ruralidad, donde los gestos de la amada queda eternizada.
Tu sonrisa es una flor
que se abre entre los tiernos maizales
de este marzo tormentoso.
Juega como una niña traviesa
entre las nostalgias de esta tarde lluviosa
y se detiene en una rama lejana
para cantarme la dulce melodía de tu voz ausente.
El alter ego de Gino Damas se convierte en ave que busca incansablemente a su amada, se desespera al no encontrarla, su llanto crece desmedidamente, “el chiwako” cae presa de la melancolía.
Chiguako que prefieres las más dulces guindas,
zorzalillo de tierra gris y agua limpia
dile a esa flor lejana
que mi pena es un ave de vuelo triste y melancólico,
dile que la busca y que la llama en tu canto persistente.
Cuando los amantes se unen, el cielo gris queda atrás y los campos se pinta de colores altivos, y el “chiwaku” le canta a la libertad, prepara su vuelo e impone sus alas.
Dile a ese marzo de verdes maizales orgullosos
que me voy contigo
para ser chiwako libre
para ser zorzal de canto fuerte,
un aliso resistente
o aquel kiswar que se impone
en la historia campesina de esta tarde
y rompe en mil pedazos
el dolor atroz que me quiebra el corazón.
Finalmente, en “llanto bajo el agua” el yo poético queda destinado al dolor constante y la melancolía vuelve a poblar en su pecho. Recurre a los ayeres y el momento queda olvidado.
Hoy he desayunado tus olvidos
y una lágrima de mi sangre
me dijo que nunca habrá
éxodo para mis dolores.
De tanto convivir con la ausencia de la amada, se logra superar los recuerdos que atormentaban al vate y esos sentimientos quedan alojados a las orillas del olvido, en ese campo colorido.
Mañana esa lágrima estará hecha ceniza;
y la nostalgia espesa de tanto vacío,
volará como una melancólica mariposa.