(Huancavelica, 1985)
Vídeo podcast aquí.
93 Sumaq waytallay
94 Alma
95 Fotografía
97 Gracias a ti me alimento de ilusiones
98 Ramillete de esperanzas
Es Licenciada en Educación, de la especialidad de Educación Primaria por la Universidad Nacional de Huancavelica). Tiene una maestría en Gestión Educativa en la Universidad Nacional del Centro del Perú. Especialización en Liderazgo para la transformación (Universidad San Martín). Taller de Liderazgo y Derechos Humanos con la IDEPUCP, Con diplomados en Diseño, Monitoreo y Evaluación (PUCP). Ganadora del concurso de poesía quechua “HUK ÑIQIN HARAWIPI ATIPANAKUY “– Huancavelica 2008 y segundo puesto en concurso de poesía quechua “ISKAY ÑIQIN HARAWIPI ATIPANAKUY “-Huancavelica 2009 organizado por el programa radial “Rimarisun”, fue presidenta de la revista literaria “Sunqu Wayta” 2004, publicó la plaqueta “Ave de Cristal” el 2010, el poemario “Espejos del Alma” 2011, Coautora del texto “Comprensión lectora tras las rutas del aprendizaje” 2014, Participo en el I Congreso Internacional de Medio Ambiente en la Paz Bolivia, VI Congreso Latinoamericano de Comprensión Lectora CONLACOL- Formosa de Goias- Brasilia. 2013 y X CONLACOL 2017 en Tarma Perú, Coorganizadora del Festival de Poesía de Huancavelica 2017. Colaboradora en revista internacional Poesis Abditus – Lima 2019 y Revista Internacional N°112 “La Manzana Mordida” 2019. Coautora de “Poemas de Otoño” poemario publicado el 2019, finalista en la Antología Hispanoamericana de Poesía 2020 y mención honrosa en 1° Concurso internacional de poesía 2021 “Pedagogía de la Ternura” organizado por la Casa del Poeta Peruano.
Judith Amaranta Huiza Soto en Almandino
En “sumaq waytalla” nos muestra una imagen de la mujer que habita los andes serranos, donde el frío y la soledad recrean los diálogos con los dioses que habita los cerros o los Huamanies como los versos de Ulises Hermosa en “Florcita azul” que enarbola un sentimiento idílico, un ensueño de aquella mujer con el cerro.
Despertando con tu canto al dios de los cerros
como madrigal de lluvia floreciendo
en el frío, con el viento, siempre floreciendo.
Mi linda flor,
canto de la poesía…
En “Alma” el yo poético se muestra con profundo dolor y la melancolía se apodera impertérrita, un tópico andino que toma al sufrimiento como escudo ante los pesares del destino, un legado de nuestro vate universal, Vallejo.
Hoy el dolor está con ansias
desbordando la bazofia en las paredes cóncavas
rebasando los ovillos del engaño.
Los versos de Amaranta van al unísono con los “heraldos negros” y toma algunos conceptos de este:
Los padres nuestros y los cristos del alba,
están encrespando llanuras y su dolor escarpado
donde los heraldos claman afecto.
En la última estrofa hay un rastro de esperanza que se teje en la incertidumbre y se muestra indecisa ante la presencia del olvido y se aferra a la memoria como quien ama a su sombra.
Queremos gritar
nuestro profundo sueño
queremos descubrir el cofre del olvido
y florecer por siempre
en el almácigo de la memoria.
En “fotografía” el alter ego de Amaranta queda ensimismada en una fotografía de un ser querido que a partido en los brazos de la muerte, una elegía que va tomando los colores tétricos del recuerdo que apenas se dibuja.
Sólo una fotografía
me queda
después de tu partida
cual guía, con su voz silenciada
que viene de las olas ya muertas
a llorar tu adiós
Pero la profunda melancolía toma rasgos depresivos y no da cabida a la reincorporación como si la muerte fuera un descubrimiento reciente y se ahoga en sus recuerdos mas que el propio muerto. Cuando la memoria teje recuerdos de un mismo color se desvanece en su monotonía, le pide alas al tintero, le pide su sangre. La voz de Calcuta se escucha en el desierto y se hace presente “Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas…”
En “gracias a ti me alimento de ilusiones” hay un sentimiento maternal hacia una niña que esta abandonada ante los ojos aciagos del destino y la crueldad reina en sus derredores. Nuevamente la melancolía se tiñe en los recodos, se pinta de gris intenso y espera que se asome los fauces del destino.
No llores niña mía,
por la madre tierra desangrada
por el llanto inocente de niños en contienda.
Canta la esperanza de alondras desgraciadas
que siguen cuajadas en el tiempo de las odas.
En el último poema “ramillete de esperanzas” es un ruego a la desventurada esperanza, una súplica colmada de pesares, una plegaria cristiana por el pecado existencial.
Ramillete de esperanzas
regálame reflexiones que florecen en cobijos
y páginas aún virginales
por estar olvidadas.