Miguel Ojeda Huaynalaya
(Huancayo, 1988)
115 Ciudad irreal
116 Perros
117 Gatos
118 Ratas
119 Limeños
Miguel Ojeda Huaynalaya. Es antropólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es miembro Sanatorio Arte y cultura y dirige el blog Kulturicas, diario metafórico. Dirigió el ciclo de análisis literario Valle de letras. Actualmente radica en la Ciudad de Mina Gerais en Brasil. Publicó los poemarios (formato libro y audiolibro): “Ciudad Irreal” (Escrito en 2018 y publicado en 2019, Ed. Lliu Yawar) y “Bestiarios de Invierno” (Escrito en 2015 y publicado en 2019, Ed. Lliu Yawar).
Miguel Ojeda Huaynalaya en Almandino
El fragmento de Ciudad Irreal de Miguel Ojeda, nos lleva a la vieja calle de los abuelos, un trozo de aquel panorama andino que se discurre en la memoria y nos embriaga con su fecunda nostalgia. Esa memoria se guarda fresca y atenta a los desvaríos del tiempo nos confunde, como tantas veces, entre el sueño y la realidad. La albergamos cuando la madurez quiere quitarnos y aferrarnos con tenacidad a esas astillas de los recuerdos, como quien dice: “aquí no ha pasado nada y no conocemos mucho del tiempo”. Esa imagen se muestra en un símil y nos muestra las riñas indirectas de los abuelos a través de la lluvia y la muerte del anfibio que la atrae. También está el mismo ser humano que influye en ella, según el mes de nacimiento, quien atrae o rechaza este fenómeno atmosférico.
“Mi abuelo,
que miraba el cielo como la más bella pintura,
me enseñó cómo atraer la lluvia:
-Hinca un sapo en el pecho
¡reviéntalo! con un palo, con la piedra-“
Esta prosa poética nos muestra los rasgos característicos de tres generaciones: de los abuelos, hijos y nietos y cómo se ablandan los tratos; desde lo más radical (con los hijos) hasta llegar a consentirlos (a los nietos). Aunque el título de “Ciudad Irreal” estaría direccionado a las nuevas generaciones (con internet), para aquellos que no van a tener la “dicha” de vivir esos parajes, así va demarcando un tiempo, una época, un conglomerado de imágenes.
“Mi abuela, sensible con sus nietos e iracunda con los hijos”
En el poema “Perro (I)” hace uso de la metáfora trasportándolo en un boomerang. De aquel animal doméstico apegado al hombre, a la incertidumbre de este, al no tener amo.
“Mi perro fluye desde la puerta
y es un boomerang”
El estar apegado al hombre puede ser una cadena, el yo poético muestra a este animal como aquel que puede ir a otras dimensiones, pero tiene al hombre como cadena.
“-pero para eso tiene una cadena extensa-
hecha de rabia
y un solo abecedario”
Podemos decir que todo lo que el hombre doméstica se vuelve inservible, ahí el poeta conoce su humanidad.
“Va muriendo a mi lado
de puro aburrimiento,
hostigado con mi pura compañía”
En “Gatos” hay una perdida similar a la idea del duelo freudiano, que puede ser sustituible en el tiempo, pero no en el acontecimiento de la perdida, finalmente busca rastros de su cuerpo, donde ha habitado el cuerpo áureo del animal.
“llego a casa
huelo tus ropas
y me duermo envuelto en lo que queda de tu aroma”
En “Ratas” el autor se personifica en el roedor que habita las ciudades, específicamente se concentra en Lima, en sus rincones, en los alcantarillados.
“Deambular asolado
es un sueño profético
riesgoso”
Por último en “Limeños” nos va adelantando ese juego de palabras, hacia los habitantes de Lima y el adverbio comparativo “menos” con la misma intensidad que Salazar Bondy su ensayo de “Lima la horrible” desfigura a la capital, a esa ciudad con signos de perfección que llegaría hoy a ser comparado con un pantano.
“Ruinas compactados
disgregan burbujas negras”
Lima es hoy en día una ciudad sobrepoblada y desordenada, donde el futuro se desvanece en sus calles.
“y si las olas les dan una mujer
la preñan de vacío”
Estos acontecimientos ya se venían dibujando con mucha intensidad, la aglomeración constante, el centralismo han dado en un laberinto, por no decir en un cementerio.
“Las manos de las madres
tejían profecías en un idioma muerto por el mar
muerto hace quinientos años”
El autor propone juego de palabras y voces, de la lucha entre el campo y la ciudad, la inocencia de un niño y la adultez en esa urbanidad.